miércoles, 5 de noviembre de 2008

Primera Parte

Se puede ser un negacionista -un incrédulo en todo lo que tenga que ver con el evento histórico conocido como el Holocausto llevado a cabo por los Nazis actuando bajo órdenes directas de Adolfo Hitler y Heinrich Himmler- sin ser un simpatizante Nazi. Después de todo, el gran abuelo del negacionismo Paul Rassinier, quien fuera atrozmente atormentado por los Nazis y llevado hasta los mismos linderos de la locura y los límites del dolor extremo con lo cual seguramente quedó traumado de por vida con el equivalente de un síndrome de Estocolomo extremo no era un Nazi, era de hecho un comunista. (Al igual que el famoso caso de la heredera Patty Hearst que tras ser secuestrada por el Ejército Simbionés de Liberación terminó sirviendo incondicionalmente a sus captores incurriendo en actos fuera de la ley, Paul Rassinier después de haber sido sometido por los Nazis a martirios atroces terminó convirtiéndose en un apologista de sus verdugos que lo llevaron a los límites de la locura). Pero es imposible ser un Nazi o un neo-Nazi sin ser un negacionista, ya que es “obligación sagrada” de todos los ultraderechistas contemporáneos el restaurarle su “honor” a Hitler y a Himmler pese a que ambos demostrando ser unos viles cobardes se hayan quitado ellos mismos sus propias vidas antes que confrontar los crímenes que sabían que les serían achacados a ellos. De este modo, el neo-Nazi barcelonés Joaquín Bochaca, no pudiendo quedar atrás, escribió otro libro más para agregarlo a su vasta enciclopedia de fábulas, titulado El Mito de los Seis Millones: El fraude de los judíos gaseados por Hitler:





En este libro, Bochaca no contribuye con nada nuevo que no haya sido escrito ya anteriormente por otros revisionistas como él, y para erosionar esta obra suya sólo basta con consultar las erosiones que se hayan llevado a cabo de sus compinches en el neo-Nazismo tales como David Irving y Robert Faurisson.

Si hemos de dar credibilidad a este libro de Bochaca, esperamos dársela en base a las referencias sobre las cuales se apoya para darle respetabilidad a su libro, esperando la no-inclusión de los conocidos pseudo-historiadores neo-Nazis de siempre que sólo se han dedicado a inventor. Sin embargo, la esperanza de que Joaquín Bochaca haya recurrido a fuentes de información imparciales y objetivas se empieza a desmoronar ya que consultando su bibliografía encontramos a la caterva de revisionistas que nunca pueden faltar, ya que una de las “doctas” fuentes de información de Joaquín Bochaca sobre el tema del Holocausto es el libro The Hoax of the Twentieth Century (El Timo del Siglo Veinte) de nadie menos que el tristemente célebre Arthur R. Butz:





¿Y quién es exactamente Arthur R. Butz? ¿Es un historiador experto con amplio dominio sobre el tema? ¿Es algún sobreviviente del campo de concentración de Auschwitz presto para desmentir con su testimonio lo que ocurrió en dicho lugar? ¿Fue algún corresponsal de guerra durante la Segunda Guerra Mundial que estuvo junto con las tropas aliadas al momento de llevarse a cabo la liberación de los prisioneros de guerra en los campos de concentración Nazis?

Ni lo uno ni lo otro. La especialidad de Arthur Butz es la ingeniería eléctrica, tema sobre el cual imparte clases en la Northwestern University. Su libro fue publicado por vez primera por nadie menos que por Anthony Hancock, un editor inglés dedicado en cuerpo y alma a la impresión de libros de extrema derecha alabatorios de Adolfo Hitler y el Nazismo. Sesenta y un colegas suyos del departamento de ingeniería eléctrica y ciencias computacionales lo han denunciado como una verdadera vergüenza y descrédito para la Northwestern University, especialmente después de que se puso abiertamente de lado del Presidente de Irán Mahmoud Ahmadinejad, el mismo que está construyendo en estos bombas atómicas para borrar al estado de Israel del mapa pero que insiste que el exterminio judío llevado a cabo por Hitler nunca ocurrió.

¿Cómo es posible que unos tipos que al mismo tiempo que abogan por el exterminio total por todo un segmento poblacional insistan al mismo tiempo que tal intento jamás pudo haber ocurrido a instancias de quien hace medio siglo tuvo en sus manos todos los recursos para cometer tal acto? Este es uno de los misterios de la mente humana, indicativo de las enormes y profundas contradicciones mentales en las que esta clase de historiadores amateurs incurre con la mayor naturalidad del mundo, y se dejará al lector el juzgar por sí solo qué grado de equilibrio mental o rectitud ética pueden poseer este tipo de personas.

Otra “docta” fuente de información citada por Joaquín Bochaca que no podía faltar en su negacionista tracto es el libro Did six millions really die?:





del revisionista Richard E. Harwood, el cual utilizando la “técnica de los seudónimos” que los ultraderechistas tanto le achacan a los judíos dizque para ocultar su “judaísmo” es en realidad Richard Verrall, otro conocido neo-Nazi pro-Hitleriano inglés, ávido y entusiasta adherente de las doctrinas de “purificación racial” que los Nazis planeaban implementar a escala global sobre todo el planeta. Para Richard Verrall, el negarle la posibilidad de reproducirse y tener hijos a razas “inferiores” tales como los negros, los judíos, los chinos, los mestizos mexicanos y los descendientes de indios nativos del continente Americano debe ser la mayor prioridad del mundo, a menos de que se retenga a unos cuantos de ellos para poder servir como mano de obra esclava al servicio de las “razas superiores” que verán por ellos según sea necesario. Tal es la ideología de Richard Verrall alias Richard E. Harwood (no confundir con el extraordinario y virtuoso cellista del mismo nombre que jamás ha sido ningún neo-Nazi). ¡Y aún así con este modo de pensar hay muchos ultraderechistas mexicanos y latinoamericanos que lo admiran y le aplauden a este moderno propulsor de las doctrinas de “limpieza étnica” que ciertamente jamás formaron parte de las enseñanzas de Jesús !

Aún otra “docta” fuente de información citada por Joaquín Bochaca es el texto La Mentira de Auschwitz de Thies Christophersen (él es precisamente el creador de la palabra Auschwitzlüge.) ¿Y quién exactamente era Thies Christophersen? ¿Acaso era un académico de la Universidad de Stanford? ¿O posiblemente se trataba de un prestigioso periodista de Canadá al que los Nazis le permitieron acceso ilimitado a los campos de concentración para que desde allí pudiera reportar al mundo entero acerca del “trato humanitario” dado en dicho campo a los prisioneros?

Ni lo uno ni lo otro. Thies Christophersen no pasó de ser en su vida más que un simple granjero. Bueno, a decir verdad fué algo más que un simple granjero. Se educó dentro de las SS de Himmler en el Nazismo a ultranza como si esta actividad fuese una profesión de tiempo completo, los mismos individuos con uniformes de negro a los cuales se les fanatizó en grado extremo y los cuales han sido responsabilizados por los más atroces crímenes de guerra cometidos durante la Segunda Guerra Mundial. Este individuo, el cual después de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial pasó parte de su vida en prisión por sus actividades de promoción del neo-Nazismo y se la pasó huyendo de un país a otro, apareció en dos videos en los cuales declaró que era un privilegio para los prisioneros el ser llevados a Auschwitz (¿?), los prisioneros eran atendidos de modo excelente por sus captores (¿?) y les era dada la oportunidad de ser redistribuídos en “grupos de trabajo” (mano de obra esclava) de acuerdo con sus profesiones. A continuación lo tenemos del lado derecho de la siguiente fotografía en donde aparece junto con el conocido negacionista, Ernst Zündel, el cual también tiene su propio historial de prisión:





Destaca el hecho de al expirar Thies Christophersen sus familiares cercanos ya habían cortado toda relación con él, muriendo en 1997 en la casa de un amigo (también neo-Nazi) que lo estaba ocultando.

De creer en los alegatos de los neo-Nazis de hoy, pudiera parecer a primera vista que las estancias en prisión de todos estos revisionistas son a causa de que todos los sistemas judiciales del mundo entero, al servicio de “la gran conspiración judía masónica comunista”, han iniciado una cacería en contra de ellos por ser un estorbo para “el triunfo de la gran conspiración”. Pero esto no es así. Estos pájaros de cuenta han aterrizado en prisión por incurrir en falsedad de declaraciones y presentar pruebas falsas ante los tribunales. Si alguien afirma que Joaquín Bochaca nació en la ciudad de Barcelona el 5 de septiembre de 1931, ningún juez en ninguna parte del mundo se atreverá a meterlo a la cárcel o imponerle alguna multa porque tal hecho es verdadero, es un dato cuya veracidad ni siquiera el señalado pondrá en tela de duda. Pero si alguien afirma ante la policía y ante los tribunales que Joaquín Bochaca cuando tenía 24 años de edad asesinó en compañia de otros jóvenes miembros de la Falange a un homosexual vale más que tenga a la mano las pruebas o los testimonios de testigos que lo apoyen en su dicho, porque de lo contrario terminará también una temporada en prisión por falsificación de datos e invención deliberada de mentiras ante los jueces.

Otra “docta” fuente de información consultada y citada en su bibliografía por Joaquín Bochaca es Austin Joseph App, con su panfleto The Six Million Swindle (El Timo de los Seis Millones) publicado en 1973. Los argumentos de este neo-Nazi que le gustaba hacerse pasar como un “devoto autor católico” fueron incorporados en su totalidad por la “escuela” revisionista conocida como el Institute for Historical Review (IHR) en el panfleto “66 Preguntas y Respuestas Acerca del Holocausto”, los cuales son analizados y comentados por los mismos judíos, razón por la cual Spectator no dedicará espacio aquí para erosionar a esta referencia de Joaquín Bochaca.

Estos son tan solo algunos de los autores sobre los cuales se apoya Joaquín Bochaca para llevar a cabo su gran revisión histórica acerca de lo que ocurrió en los campos de concentración Nazis.

Hay libros notoriamente ausentes en la bibliografía de Joaquín Bochaca, tales como el libro The German Opposition to Hitler de Hans Rothfels, y el cual siendo judío entre otras cosas habla acerca de los alemanes que no eran Nazis y que fueron a parar a los campos de concentración en donde la pasaron muy mal bajo el bestialismo Nazi. Otro libro notoriamente ausente en la bibliografía de Joaquín Bochaca es la obra Denying the Holocaust: The Growing Assault on Truth and Memory de la académica norteamericana Deborah Lipstadt:





la cual a diferencia de la gran mayoría de los revisionistas re-inventores de la Historia posee grados de Maestría y Doctorado en la materia de su especialidad. Tal vez su preparación académica y la contundencia de su respuesta a los revisionistas charlatanes es lo que le ha ganado la distinción de ser prácticamente proscrita de la literatura negacionista neo-Nazi.

Entremos ahora dentro del tracto El Mito de los Seis Millones de Joaquín Bochaca para ver si podemos aprender algo nuevo de dicho libro. Hojeando el libro al azar, encontramos el siguiente párrafo en la página 7:

Numerosos escritores norteamericanos han narrado detalladamente las medidas tomadas por el movimiento sionista para hacer entrar en la (Primera) guerra (Mundial) a los Estados Unidos.

Aunque Joaquín Bochaca habla de “numerosos escritores norteamericanos”, sólo cita a uno aquí en un pie de texto, Benjamin Freedman, el cual tenía quince años de edad cuando el documento apócrifo Los Protocolos de los Sabios de Sión apareció en Rusia. Tras la muy posible lectura de los Protocolos y el libro El Judío Internacional de Henry Ford (inspirado en los Protocolos), Freedman terminó convenciéndose a sí mismo en la realidad de una supuesta “gran conspiración judía comunista” originada en Europa para apoderarse del planeta, y terminó convirtiéndose en uno de los más feroces antisemitas que haya habido en la Unión Americana. El documento Common Sense de Benjamin Freedman al cual hace referencia Joaquín Bochaca, lejos de haber sido un periódico acreditado o una revista de publicación nacional en los Estados Unidos, era uno de los pasquines típicos de la extrema derecha que alimentan las bibliotecas del neo-Nazismo tales como el panfleto antisemítico The Broom fundado por un tal Fred de Aryan y editado por su padre C. Leon de Aryan quienes tomaron muy en serio lo “ario” de su apellido. A continuación se reproduce la portada de un ejemplar del pasquín Common Sense junto con la fotografía de Benjamin Freedman:





Avanzando un poco más adelante en el libro, encontramos unas afirmaciones de Joaquín Bochaca que nos pueden parecer extraordinarias a primera vista:

El bien conocido sionista Samuel Fried escribió, también, en 1932: “La gente no debe temer la restauración del poderío militar alemán. Nosotros, judíos, aplastaremos todo intento que se haga en este sentido y, si persiste el peligro, destruiremos esa odiada nación y la desmembraremos.” (página 15)

Samuel Fried, el bien conocido sionista y pacifista, escribió cuando la patria de su pasaporte, los Estados Unidos, era aún neutral, lo siguiente: “Hemos de destruír esa nación odiada (Alemania), tanto desmembrándola como repartiéndola entre sus vecinos, así como mediante despiadados asesinatos masivos”. (página 27)

Aunque ambas afirmaciones no demuestran en nada que el asunto del Holocausto haya sido un mito como afirma Bochaca, sí pueden despertar odio e inclusive ira en contra del “bien conocido” sionista Samuel Fried que supuestamente hablando a nombre de los judíos del mundo entero hizo tan increíbles declaraciones. Sin embargo, aquí hay un pequeño problema. El bien conocido sionista “Samuel Fried”... ¡resulta ser un completo desconocido! Si alguien lo duda, intente encontrarlo con cualquiera de los motores de búsqueda de Internet. Ahora bien, ¿en dónde y cuándo se formularon supuestamente tan temerarias afirmaciones? Responder esto es importante para saber si el bien conocido sionista Samuel Fried estaba hablando a nombre de una importante organización judía o a título personal, y si estaba hablando en sus cinco sentidos o si lo hizo en medio de una borrachera. Bochaca afirma haberse basado en lo que está consignado en la página 104 del libro World Conquerors (Los Conquistadores del Mundo) del húngaro Louis Marschalko, publicado en 1958. ¡Pero este es un redactor de guiones de teatro que en sus tiempos de ocio se ha dedicado a escribir sus propias invenciones y falsificaciones para engrosar aún más la ya de por sí amplia y falaz literatura de la ultraderecha neo-Nazi acerca de “la gran conspiración judía masónica comunista”! Ni siquiera en su propio país sus propios coterráneos lo reconocen como un historiador así sea mediocre. Y la lectura del libro de Marschalko nos deja con las manos vacías acerca del origen de estas afirmaciones. Ningún neo-Nazi en la actualidad sabe a ciencia cierta cuándo y en dónde el bien conocido y multicitado sionista Samuel Fried asentó tales datos. ¡Y mucho menos saben quién fué el tal Samuel Fried o inclusive si realmente existió! De cualquier modo, se siguen tragando el “dato” como verdadero, por el sólo hecho de que lo afirmó un “sabio” como Bochaca. ¡Y así como ésta “verdad” Bochaquiana metida para incitar odio en contra de todos los judíos hay centenares y centenares de “verdades” similares en todos los libros de Joaquín Bochaca!

Otro párrafo que nos puede llamar la atención es el siguiente puesto en la página 50:

William Shirer, un autor judio que escribió el conocidísimo libro «Ascenso y Caída del III Reich» guarda, también, sorprendentemente mutismo en relación con las pruebas documentales de la supuesta política genocida nazi. Es con todo suficientemente franco para admitir que la orden de Hitler de que se aniquilara a los judíos nunca fué escrita en un papel.

Este párrafo es interesante, porque según dicho párrafo, Joaquín Bochaca nos afirma que un autor judío reconoce que no hay evidencias para inculpar a Hitler en nada que haya tenido que ver con el Holocausto.

Y es más interesante por el hecho de que, hasta donde nos es posible saberlo William L. Shirer no era judío (inclusive se casó con una austriaca). Si William Shirer era judío, Spectator reta mundialmente aquí mismo a través de Internet y a la vista del mundo entero que demuestre con material documental a la mano sin citar fuentes ultraderechistas como Salvador Borrego y Traian Romanescu que William Shirer era judío. ¡Basta ya de estarle aceptando a estos literatos infelices ciegamente sus afirmaciones de que tal o cual persona era judío! Su uso y abuso de estas judaizaciones hechas a la ligera sin presentar material documental alguno para apoyar sus aseveraciones llegan a su fin aquí mismo con este reto mundial que Spectator está lanzando a Joaquín Bochaca, en el sobreentendido que cada vez que afirme que tal o cual persona era judío Spectator estará revisando tales afirmaciones bajo microscopio. Por lo pronto, Joaquín Bochaca está ya en un serio aprieto, porque si no puede demostrar de modo convincente que William Shirer era judío, quedará una vez más como un vulgar mentiroso ante el mundo entero, con la consecuente des-credibilidad que se le debe dar a toda su obra. Por lo pronto, Spectator tiene un argumento para poner en aprietos esta afirmación de Bochaca: William L. Shirer estuvo trabajando como corresponsal de prensa norteamericano en la misma Alemania Nazi, y si verdaderamente hubiera sido un judío lo menos que habrían hecho los Nazis habría sido deportarlo de regreso a los Estados Unidos haciendo a la vez un escándalo mundial sobre el incidente (también le quedaba a la Gestapo la opción de arrestarlo por el solo hecho de ser judío fabricándole cargos de espionaje y enviarlo a un campo de concentración en donde su muerte habría sumado una fatalidad adicional a los seis millones de víctimas). Si William L. Shirer alguna vez fue deportado por la Gestapo de Alemania por ser judío, remita Joaquín Bochaca tal dato dando la fecha y el lugar en donde tal evento ocurrió y Spectator reproducirá aquí mismo y a la vista del mundo entero tal dato proporcionado por Bochaca en base a alguna fuente documental fidedigna. Y tenga en cuenta Joaquín Bochaca que no importando la fuente documental que esté citando, lo más seguro es que por rara y escasa que sea Spectator tendrá acceso a dicha fuente, así que si Bochaca se quiere poner a inventar aquí cosas producto de su imaginación, téngalo por seguro que será desenmascarado ante el mundo entero mucho más pronto de lo que se imagina. Y Spectator no está jugando.

Lanzado el anterior reto de Spectator a Joaquín Bochaca, pasamos a la lectura de otro párrafo interesante que está puesto casi al final de su libro, en donde Bochaca dice lo siguiente en la página 121:

La demostración obvia de que la cifra de Seis Millones no tiene ningún fundamento nos la da el hecho de que los propios historiadores, escritores, publicistas y políticos judíos, sionista o no, presentan discrepancias verdaderamente ridículas en sus cálculos. Tras hacer firmar al desgraciado Gerstein (suponiendo que existiera) que los Nazis asesinaron a 45 millones de judíos, y luego, dos meses más tarde, reducir la cifra a 25 millones, para dejarla en “20 millones y pico” (sic) se descendió gradualmente a once millones, luego a ocho millones y finalmente se estabilizó la cuenta en la cifra de Seis Millones. (El paréntesis conteniendo la frase suponiendo que existiera fue puesto por el mismo Joaquín Bochaca.)

En la porción de texto de donde se extrajo este párrafo, Joaquín Bochaca no nos proporciona las supuestas referencias en donde se comienza con una cifra de 45 millones de judíos asesinados y se va bajando gradualmente la cantidad hasta estabilizar la cuenta “en la cifra de Seis Millones”. Pero esto no es lo que nos interesa de dicho párrafo. En dicho párrafo Bochaca habla del “desgraciado Gerstein” y pone entre paréntesis “suponiendo que existiera” arrojando sombras de duda sobre la existencia de tal figura histórica, seguramente “inventada” (al decir de Bochaca). En estas líneas encontramos una contradicción lógica (típica de las muchas contradicciones lógicas en las que incurre Joaquín Bochaca) porque habla de alguien cuya existencia Bochaca pone en tela de duda pero al mismo tiempo se refiere como un desgraciado.

¿Existió, o no existió, pues, este personaje?

La respuesta (y Joaquín Bochaca la debe saber muy bien, pero no la comparte con sus lectores) es que Kurt Gerstein sí existió, era un hombre de carne y hueso como nosotros:





¿Y por qué Joaquín Bochaca se refiere a él en forma tan despectiva? Pues por el hecho de que fue testigo de primera mano del exterminio masivo de seres humanos que se estuvo llevando a cabo en forma industrializada en los campos de concentración de la Alemania Nazi, e inclusive intentó futilmente de alertar al mundo sobre la monstruosidad de lo que estaba ocurriendo bajo las órdenes directas de Hitler, aunque el mundo no fue capaz de asimilar en su momento las advertencias porque la humanidad no estaba preparada aún mentalmente ante la posibilidad de que tan monstruosa aniquilación pudiera estar teniendo lugar.

De sus memorias quedó elaborado un reporte, conocido como el Informe Gerstein, suficiente para ponerle los pelos de punta y horrorizar a todo aquél devoto de Joaquín Bochaca que tenga sus dudas sobre la realidad del Holocausto. Pese a las equivocaciones y errores de cálculo en las que incurrió Kurt Gerstein en la elaboración de su documento, historiadores eminentes de calibre mundial (en oposición a los historiadores revisionistas amateurs de sofá como Joaquín Bochaca, Salvador Borrego y David Irving) tales como el historiador francés Pierre Vidal-Naquet (en su libro Los Asesinos de la Memoria: Ensayos en el Negacionismo del Holocausto publicado en 1987) y Christoper Browning, la tesis central del Informe Gerstein ha sido reivindicada y corroborada por ellos cotejando dicho reporte con los testimonios dados por otros oficiales Nazis de alta jerarquía tales como Wilhelm Pfannenstiel.

El Informe Gerstein fue precisamente una de las evidencias utilizadas en los Juicios de Nüremberg. ¿Y aún así Joaquín Bochaca pone en tela de duda ante sus lectores la existencia de este personaje? ¿Cómo es posible creer entonces que Bochaca pueda ser un historiador honesto e imparcial, neutral en todo momento? Y menos cuando en su prolija bibliografía están ausentes libros tales como Masters of Death (“Amos de la Muerte: Los Einsatzgruppen y los orígenes del Holocausto”, publicado en el 2002):






de Richard Rhodes:






del cual podemos encontrar el siguiente comentario puesto en el portal Hislibris:

Los Einsatzgruppen eran los “batallones de la muerte” que seguían a la Wehrmacht (muy, muy de cerca) durante la invasión de la URSS en 1941, y hasta la puesta en marcha del sistema de los campos de exterminio en 1942, tras la Conferencia de Wannsee. Estaban divididos en cuatro grupos, enunciados de la A a la D, que operaban en distintos sectores del Frente, desplegándose de Norte a Sur. A su vez, cada Einsatzgruppe estaba dividido en varios Einsatzkommandos, que actuaban con bastante autonomía respecto al grupo originario. Liderados por profesionales titulados (sobre todo abogados, pero también arquitectos, economistas y médicos), menos de cinco mil hombres (eso sí, apoyados puntualmente en sus matanzas por fuerzas de las Waffen SS, la Policía y milicias locales) acabaron con más de un millón de vidas en poco más de un año. ¿Cómo pudo ser posible?

Bueno, a esa pregunta trata de contestar, precisamente, este libro. Lo primero que quiero decir es que, pese al título, no se trata de una obra sensacionalista. Por el contrario, el autor, tras exponer unos hechos en los que el horror es el factor dominante, intenta racionalizar las posturas de los “hunos” y los otros, y entender cómo aquellos se comportaron como unos encallecidos asesinos, y cómo estos se “dejaron hacer” sin mayores resistencias.

Así, para el comportamiento de los criminales, adopta una teoría que habla del paulatino embrutecimiento de quienes se ven inmersos en una situación de máxima violencia, explicando cómo tropas que en un principio se sienten totalmente incapaces de matar a sangre fría, llegan a asesinar sin mayores reparos a mujeres y niños inocentes (y yo añado, ¿cambiaría algo si fueran culpables?). Señala que en muchos casos no había habido en estos “soldados” una conducta violenta previa o una predisposición hacia ella. Bien, la teoría, obviamente, no es tan sencilla como la he expuesto aquí ahora mismo, y puede aceptarse o no como explicación, por supuesto, pero a mí me suena razonable.

Por otra parte, para el, en general, comportamiento pacífico de los judíos en esta fase del exterminio, indica que el hecho de provenir de hogares por lo general mucho más educados y pacíficos que la media europea de la época influyó no poco en esta conducta. A ello, según Rhodes, hay que unir el desconcierto, el temor, los golpes, los perros, los hombres armados, la incapacidad de asumir la situación hasta el último momento… Todo esto anula, desde luego, cualquier atisbo de heroísmo o rebeldía, y lleva a un comprensible comportamiento sumiso, tan humano, como bien señala el autor, y digno de empatía como el más gallardo de los gestos desafiantes a la muerte. Al hablar de la sorpresa de Eichmann cuando contempló cómo algunos judíos se tiraban sin que nadie los empujara a la fosa, a esperar allí el “Genickschüssen” descerrajado con germánica apostura, el autor señala la igual incongruencia de los jóvenes alemanes lanzados a una carrera suicida ante las ametralladoras enemigas para tomar la siguiente trinchera. Creo que es una buena comparación, y que probablemente ambas conductas respondan al mismo principio psicológico.

Otro aspecto que me impactó del libro es la, no por conocida menos aterrante, profunda implicación de la población local en las ejecuciones masivas. Aparte del clásico ejemplo del joven lituano que acabó a golpes con muchos judíos en Kaunas, posando a continuación orgulloso en medio de los cadáveres (muy posiblemente el doctor Algirdas Antanas Pavalkis, uno de los millares de criminales de guerra cuyos crímenes quedaron impunes y el cual después de haber colaborado con los Nazis como un agente de la Gestapo con el seudónimo Anton no tuvo problema alguno para ponerse al servicio de los soviéticos bajo el seudónimo Petras”):


destaca el hecho de que en ocasiones les bastaba a los alemanes llamar a la “venganza” a los habitantes no judíos para desencadenar una terrible matanza. Por no hablar del reclutamiento de milicias y policías locales para la entusiasta colaboración con los Einsatzgruppen.

En el libro El Mito de los Seis Millones encontramos en la página 14 un pie de texto interesante que dice lo siguiente acerca de “el caso de un joven judío de 17 años que violó a una muchacha inglesa de 21 años”:

La joven había estado trabajando en un kibbutz cerca del Mar Muerto cuando fue atacada. La acusación contra el joven judío, sin embargo, se derrumbó después de que dicho joven citó dos preceptos del Talmud para justificar su acción: “Un judío puede violar a una no-judía, pero no casarse con ella”. “Un judío puede hacer a una no-judía lo que quiera. Puede tratarla como un pedazo de carne”. El juez, al absolver al joven violador observó que no estaba dispuesto a ejecutar una decisión que pudiera afectar adversamente los fundamentos morales y religiosos del Estado israelí.

Según este pie de texto metido por Bochaca, cualquier turista extranjera que visite al Estado de Israel puede ser violada en cualquier momento y puede ser tratada como un pedazo de carne por cualquier joven judío sin posibilidad alguna de que este pueda ser castigado por su delito. De ser cierto, algo como esto sería más que suficiente para haber terminado con el turismo femenino a Israel desde hace varias décadas. Pese a la enorme trascendencia que puede tener una afirmación como esta, Bochaca no proporciona ni el nombre de la supuesta muchacha inglesa ni del supuesto joven judío, y mucho menos proporciona la fecha y el lugar en donde ocurrió tan trascendental e histórico evento. Esto nos obliga a remitirnos a la fuente de información de la cual Bochaca afirma haber tomado estas aseveraciones. Y resulta que Bochaca nos dice que su “fuente de información” es el quinto número del séptimo volumen de la “revista” norteamericana White Power. ¿Y quiénes en Estados Unidos son los que constituyen al clan denominado White Power? Veamos una fotografía de uno de esos grupos norteamericanos a los que les gusta proclamar “White Power!” al estilo Seig Heil! (frente a una cruz, naturalmente, porque estos supremacistas en sus desequilibrados cerebros siempre se han creído muy cristianos):





Seguramente Joaquín Bochaca se está refiriendo aquí a una publicación de circulación mínima titulada White Power que aparecía de manera irregular dadas las ventas escasas del libelo, la cual fué empezada en 1967 por el fundador y líder del Partido Nazi Americano, George Lincoln Rockwell, y la cual sólo llegó hasta su número 109 en 1984. Se trata de una publicación como los libelos “Common Sense” y “The Broom” ya mencionados anteriormente.

¿Y estas son las doctas fuentes de referencia en que se basa Bochaca??

¡¡Muy bien podríamos habernos remitido mejor a la enciclopedia de cuentos de ficción de Walt Disney!!

Muchos lectores se preguntarán: ¿cómo es posible que se pueda atizar tanto odio en contra del judío común y corriente como el que se anidó en su momento en los Nazis y como el que hoy se anida en los neo-Nazis y en los ultraderechistas de sectas fanáticas como la Organización Nacional del Yunque y los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara? Pues con afirmaciones como la siguiente que pone Joaquín Bochaca en la página 27 de su libro:

La contribución de los judíos, tanto individualmente como, sobre todo, integrados en sus entidades específicamente sionistas, en la lucha contra Alemania, antes y durante la guerra fue masiva. Y judíos fueron quienes más contribuyeron a que la lucha sobrepasara el límite de los combatientes para incluír entre sus rigores a la población civil.

Así, fue un judío, Lord Cherwell, (a) Lindemann, por cierto nacido en Alemania, y naturalizado británico, quien inspiró a Churchill la por él mismo calificada de splendid decission, de bombardear objetivos alemanes no militares. El llamado “area bombing” tenía como único objetivo bombardear las viviendas de las clases trabajadoras alemanas. Este objetivo, destinado a crear el terror y a forzar a la población civil alemana a que exigiera la rendición a su gobierno fracasó totalmente. Pero millones de europeos, alemanes y no alemanes -pues el area bombing se practicó asi mismo en Italia, Bélgica y Francia- pagaron con sus vidas el loco y mesiánico sueño de venganza de Lindemann.

En el cerebro sobrecalentado de un ultraderechista de hoy, esto podría llevarlo a decirse a sí mismo: ¡Malditos judíos! ¡Esto lo tienen que pagar muy caro! ¡A matar judíos se ha dicho! ¡A matar a todos los que se pueda matar!

Sin embargo, el sobrecalentamiento mental del neo-Nazi seguramente sería moderado si se tomase en cuenta que, contrariamente a lo que afirma Joaquín Bochaca, Frederick Alexander Lindemann, Primer Vizconde de Cherwell, hijo de Adolph Friedrich Lindemann y de la norteamericana Olga Noble, no era un judío, hecho que puede ser substanciado gracias al hecho de que el árbol genealógico de Lord Cherwell está ampliamente documentado. Si Lord Cherwell era un judío, esto es algo que sólo Joaquín Bochaca y sus compinches lo saben y lo cual hasta la fecha no han podido probar. Esto conduce a Spectator a lanzar su SEGUNDO RETO MUNDIAL a Joaquín Bochaca: Si Lord Cherwell era judío, Spectator reta mundialmente aquí mismo a través de Internet y a la vista del mundo entero que demuestre con material documental a la mano sin citar fuentes ultraderechistas como Salvador Borrego y Traian Romanescu que Lord Cherwell era judío.

Por otro lado, la idea de bombardear a la población civil no fue una ocurrencia original de Lord Cherwell: Fue el mismo dictador Nazi Adolfo Hitler el que, antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial, por vez primera ordenó el bombardeo despiadado de una población civil, la población de Guernica, el 26 de abril de 1937 (la decisión inglesa de bombardear objetivos civiles alemanes fue tomada el 11 de mayo de 1940), hecho que el infeliz patán de Joaquín Bochaca omite deliberadamente mencionar pese a que fue su propia patria la que fue bombardeada inmisericordemente por los Nazis a los que tanto idolatra. Las bombas que mataron a los españoles en Guernica no fueron bombas inglesas ni norteamericanas, fueron bombas alemanas, y el número de bajas habría sido mucho mayor de no haber contado los españoles con un sistema de refugios que el mismo Hitler negó a su propia población civil. Lord Cherwell predijo correctamente que si Hitler ya había bombardeado tres años atrás a la población civil española masacrando indiscriminadamente ancianos, mujeres y niños, no dudaría en hacer lo mismo con Inglaterra. ¡Y el tiempo le dió la razón! Es poco conocido entre los círculos ultraderechistas neo-Nazis en los cuales Joaquín Bochaca tiene membresía distinguida el hecho de que además de bombardear a la población civil inglesa Hitler ordenó también un bombardeo despiadado de Leningrado -hoy San Petersburgo- matando a miles de civiles (más de un millón de civiles perecieron en el sitio de Leningrado, 650 mil de ellos tan sólo en 1942, obedeciendo una orden girada en secreto por Hitler el 23 de septiembre de 1941 para borrar por completo a la ciudad de la faz de la Tierra). Como también es poco conocido el hecho de que el asalto atroz de los Nazis a la población civil de Leningrado fue documentado en un diario personal por una niña rusa de nombre Tanya Savicheva. Este diario forma parte del material que fue introducido en los Juicios de Nüremberg para formalizar cargos por crímenes de guerra en contra de los que ordenaron tales masacres. ¡Y el despiadado bombardeo Nazi de la población civil de Rusia se llevó a cabo pese a que Rusia antes de la invasión alemana jamás había bombardeado ninguna ciudad alemana! De haber tenido Rusia una gran flota de bombarderos de largo alcance a su disposición, habría estado en todo su derecho de responder a la agresión bombardeando masivamente ciudades alemanas (aunque en tal caso la justificada represalia rusa habría sido incluída y descrita en forma extensa por el fascista Joaquín Bochaca en su libro Los crímenes de los "buenos"). De cualquier manera, además de la opción que tuvo Hitler de ordenar la construcción de una extensa red de túneles y refugios antiaéreos para proteger a los alemanes de los bombardeos aliados, opción que nunca utilizó excepto para sí mismo, también tuvo la alternativa de haber ordenado la construcción masiva de aviones de propulsión a chorro Messerchsmitt Me-262 para derribar con suma facilidad a todos los bombarderos de los aliados. Sin embargo... (véase la sección El Ideólogo más Siniestro de México puesta en el trascendental trabajo La Ultraderecha Mexicana: Semillas del Odio elaborado por el grupo académico Alianza Estudiantil Prometeo de la Universidad Iberoamericana).

Por último, al afirmar Joaquín Bochaca que “millones de europeos, alemanes y no alemanes -pues el area bombing se practicó asi mismo en Italia, Bélgica y Francia- pagaron con sus vidas el loco y mesiánico sueño de venganza de Lindemann” Joaquín Bochaca está mintiendo deliberadamente, pues la decisión del bombardeo inglés a objetivos civiles fue dada para llevarse a cabo únicamente dentro de Alemania. Si Joaquín Bochaca tiene documentos históricos nuevos en sus manos que comprueben que por el lado de las fuerzas aliadas también se había dado la orden de bombardear a las poblaciones civiles de Italia, Bélgica y Francia o cualquier otro país que no fuese Alemania, ha llegado por fín el momento de que Joaquín Bochaca presente las fotocopias de dichos documentos. O que calle para siempre.

Observése que en algunos de los párrafos que hemos tomado del libro El Mito de los Seis Millones de Joaquín Bochaca éstos no tienen absolutamente nada que ver con la tesis principal del título del libro, lo cual muchos podrían considerar como puro material de “relleno” para inflar al libro. De hecho, la mayor parte del libro El Mito de los Seis Millones de Joaquín Bochaca habla de muchas cosas excepto del tema central de su libro, su versión del Holocausto. Si removiéramos todo el material que mete en su libro y el cual es más bien de naturaleza propagandística neo-Nazi, no quedaría ni siquiera la tercera parte del libro, y esto se puede comprobar sin necesidad de leer su libro, basta con hojearlo. Página tras página, el libro El Mito de los Seis Millones está repleto de material de relleno que no tiene absolutamente nada que ver con la supuesta “demostración” de que el Holocausto fué un mito, material cuyo objetivo es dizque documentar “la gran conspiración judía masónica comunista”. Esto establece a dicho libro no como un simple libro negacionista (del Holocausto) sino como un libro revisionista cuya verdadera intención es que sea utilizado para formar a los neo-Nazis del mañana con una mentalidad criminal tan brutal y tan sádica como la que engalanó a los Nazis del ayer, de la cual dieron amplias muestras “médicos” tales como Josef Mengele y Sigmund Rascher.

A manera de ejemplo de las toneladas de material que Joaquín Bochaca mete en su libro que no tienen nada que ver con la cuestión del Holocausto, está su “docta” opinión de que la Primera Guerra Mundial... ¡fué por culpa de Inglaterra! Esto lo tenemos en la página 6:

Los políticos ingleses, cada vez más preocupados por el creciente prestigio del “Made in Germany” y por el inmenso aumento del poder militar, comercial y político que concedería a Alemania la construcción del ferrocarril Berlín-Baghdad, decidieron que la única solución que les quedaba era aplastar a Alemania en una guerra que eliminara para siempre la amenaza de la tan temida vía férrea (¿?). Estaba claro que si el Reich era derrotado, en su caída arrastraría a su aliado otomano, cuyo territorio se convertiría en botín de guerra en la posterior conferencia de paz dictada por Londres (¿?), cortando así el paso terrestre de Alemania, Austria-Hungría o Rusia hacia la India, la clave de bóveda de todo el Imperio británico.

Con tal propósito Inglaterra premeditó, provocó y precipitó la I Guerra Mundial para aplastar a Alemania.

Veamos ahora un poco de historia.

El Berlin-Baghdad Railway ya ha sido citado por estudiosos del tema como un factor de predisposición para involucrar a países de Europa en la Primera Guerra Mundial (véase por ejemplo el ensayo “The Berlin-Baghdad Railway as a cause of World War I” de Arthur P. Maloney publicado en enero de 1984). Pero ningún historiador serio lo señala como la única causa. Ahora bien, el 28 de junio de 1914 en un evento que no podía haber sido previsto por Inglaterra, el Archiduque Francisco Fernando es asesinado en Sarajevo a manos del “nacionalista” Gavrilo Princip (miembro de una sociedad secreta al estilo de los tan temidos Tecos neo-Nazis de la Universidad Autónoma de Guadalajara). Con el asesinato, Alemania que aún era una monarquía pierde precisamente al heredero al trono austro-húngaro, quedando descabezada la sucesión al trono. Al prepararse Alemania para tomar acción militar para la restitución del “daño”, Serbia a su vez como nación eslava invoca con la nación eslava Rusia el pacto con el cual Rusia se había comprometido a intervenir en defensa de Serbia en caso de una intervención militar. Y el Zar Nicolás II, en vez de buscar un arreglo diplomático de alto nivel o lavarse las manos dejándole pagar a los serbios por lo imprudencia cometida en su territorio, decide honrar el pacto arrastrando a Rusia a una guerra desastrosa contra Alemania, un evento que tampoco podía haber sido previsto por Inglaterra, lo cual a su vez va activando otros “pactos” que van haciendo caer a los países de Europa como una hilera de fichas de dominó en el torbellino de la gran guerra. Por otro lado, la típica mentalidad de que “la guerra es una extensión de la diplomacia” (en una época en la que aún no había bombas atómicas) era algo más propio del militarismo alemán que de los ingleses. ¡Pero aún así Inglaterra es culpable por haber “premeditado”, “provocado” y “precipitado” la Primera Guerra Mundial (según Bochaca)! En realidad, a lo largo de sus libros y extremizando la proverbial rivalidad anglo-hispana de centurias, Bochaca como buen fascista destila un consistente odio feroz en contra de Inglaterra por el hecho de haber tenido Inglaterra un papel preponderante en la derrota del Nazismo alemán. Para Bochaca, la única Inglaterra “buena” habría sido la que se hubiera aliado con Hitler permitiéndole apoderarse del resto de Europa, deportando a todos los judíos ingleses hacia Alemania como Mussolini lo estaba haciendo con los judíos italianos, y eventualmente reemplazando a la monarquía inglesa por el “nuevo orden” mundial “amigable” en todos sentidos con el Nazismo y los intereses del Nazismo.

Para Joaquín Bochaca, cualquier entidad que no sea vindicatoria del Nazismo necesariamente debe estar “bajo control de la judería” o de sus “viles lacayos”. Uno de ellos debe serlo el renombrado Professor Horst Möller, Director del Institut für Zeitgeschichte (Instituto de Historia Contemporánea) de Munich y Berlín, el cual recientemente concluyó un estudio detallado de la “biblia Nazi”, el libro Mi Lucha de Adolfo Hitler.

Veamos lo que nos tiene que decir Joaquín Bochaca acerca del Institut für Zeitgeschichte en la página 63 de su libro El Mito de los Seis Millones:

Es un hecho también, que nunca hubieron “cámaras de gas” en toda Alemania. En realidad, no las hubo en ningún lugar de Europa (¿?), pero, hasta ahora, sólo se ha admitido oficialmente su inexistencia en Alemania. Basta con recordar la conocida declaración del Instituto de Historia Contemporánea de Munich (en el que trabajan numerosos judíos) que, textualmente, afirmaba: “Nunca hubieron cámaras de gas en ningún campo de concentración situado en el territorio del antiguo Reich”.

En primer lugar, si nunca hubo cámaras de gas Nazis en ningún lugar de Europa, ¿entonces en qué demonios utilizaron los Nazis los millares de contenedores del venenosísimo gas de cianuro Zyklon B que aún se pueden encontrar en Europa? En segundo lugar, Joaquín Bochaca afirma que en el Institut für Zeitgeschichte trabajan numerosos judíos. En vez de gastar docenas de páginas de su libro en cosas que nada tienen que ver con la mitificación o la desmitificación del Holocausto, muy bien podría haber proporcionado una lista dando los nombres de todos aquellos trabajadores del Instituto de Historia Contemporánea que según él son judíos y con la cual podría haber afirmado algo como “el ochenta y seis por ciento de todos los que trabajan en el Instituto de Historia Contemporánea de Munich son judíos”. Pero no proporcionó un solo nombre. (Ciertamente, el Profesor Horst Möller, Director del Instituto, no es un judío.) ¿Pueden adivinar los lectores el por qué de ésta omisión? Y esto nos lleva al siguiente TERCER RETO mundial lanzado de Spectator a Joaquín Bochaca: proporcione Joaquín Bochaca por este medio su lista completa con los nombres de todos aquellos que trabajan en el Instituto de Historia Contemporánea y que él afirma tan categóricamente que son judíos, así como las citas de las respectivas evidencias documentales para apoyar la aseveración del “judaísmo” de cada indiciado, en el sobreentendido que resultará aquí extremadamente fácil el determinar si Joaquín Bochaca está diciendo la verdad o como ya lo ha hecho en muchas otras ocasiones, nos está mintiendo deliberadamente con invenciones suyas. Y por último, es de sobra sabido que para el plan de exterminio total de la población judía de Europa los campos de matanza industrializada fueron situados fuera de Alemania por los enormes riesgos que implicaba para Hitler y sus verdugos la posibilidad de que los alemanes se pudieran dar cuenta de que tales atrocidades se estaban cometiendo dentro de territorio alemán, así que cualquiera que diga que dentro Alemania no había campos industrializados de exterminio está simplemente repitiendo algo que siempre se ha sabido y no está descubriendo nada que no supieran ya las fuerzas aliadas hace medio siglo. El verdadero horror ocurrió fuera de territorio alemán, con un bestialismo más propio de una legión de demonios que de un pueblo civilizado. Se trata de una situación similar a la que ocurrió cuando la Patria de Joaquín Bochaca era un poderoso imperio, cuando al mismo tiempo que la esclavitud dentro de la Península Ibérica era prácticamente inexistente, y muy lejos de la vista de los españoles que simplemente veían llegar los barcos repletos de oro y plata de América, no alcanzaban a ver lo que realmente estaba sucediendo al otro lado del mundo para alimentarle a su monarquía sus insaciables apetitos de minerales preciosos; ninguno de ellos veía con sus propios ojos cómo a los indígenas se les herraban los rostros con hierros candentes para asentar “derechos de propiedad” sobre los eslavos, ninguno de ellos veía cómo morían los indígenas en las minas de oro y plata trabajando de sol a sol en la más abyecta esclavitud, ninguno de ellos veía cómo los brutales Conquistadores incurrían en todo tipo de barbaridades ni veían cómo sus emisarios en el continente americano comportándose peor que animales violaban a su antojo a niñas indígenas que no pasaban de los diez años. Así fué como se inició el mestizaje en América. Y hasta el día de hoy, los jóvenes españoles son mantenidos en un cuento de hadas sobre lo que realmente ocurrió cuando se consumó la Conquista. Cuando los horrores ocurren muy lejos del pueblo a fin de cuentas culpable y responsable por prohijar tales horrores, es mucho más fácil hacerse “de la vista gorda” y continuar viviendo como si nada estuviese ocurriendo porque “ojos que no ven, corazón que no siente”. De cualquier modo, aunque de manera limitada, sí hubo exterminios dentro de territorio alemán, siendo el campo de concentración de Dachau el más mencionado.

Para “documentar” las aseveraciones puestas en el último párrafo que hemos visto, Joaquín Bochaca pone un pie de texto que apunta hacia lo que él llama la Declaración del 19-VIII-1960 del Instituto de Historia Contemporánea. Pero esto es otra vil tomadura de pelo de las miles en las que incurre Bochaca. Lo que está citando en realidad no proviene de ninguna Declaración especial sino de una nota entre otras que apareció impresa en la página 16 de la publicación semanal Die Zeit el 19 de agosto de 1960. ¿No podría al menos aquí haber sido honesto Joaquín Bochaca con sus lectores? La respuesta es: no. Ni siquiera en algo tan sencillo.

Tratar de entender el enredijo histórico distorsionado que fabrica Joaquín Bochaca requiere algo más que demenuzar su obra, requiere tratar de explicarlo a él mismo, determinar por qué actúa en la forma en la que lo hace. Y esto nos nos lleva a otros considerandos. ¿Cómo podría Joaquín Bochaca no ser lo que es si él nació, creció y se educó en su propia patria bajo el fascismo de la Falange? ¿Cómo podría condenar las técnicas de interrogatorio usadas por la Gestapo en Alemania cuando la Inquisición nacida en su propia patria recurría a métodos confesionales similares? ¿Cómo podría abominar al Holocausto Nazi cuando los “Conquistadores” de su propia patria consumaron un genocidio masivo de la población indígena para lograr la conquista de América? ¿Cómo podría ser capaz de sentir misericordia alguna por los judíos cuando su propia patria los expulsó en marzo de 1492 para después expulsar a los moros? Esto explica a Bochaca en parte, pero no lo justifica; y menos cuando muchos españoles (afortunadamente) son todo lo contrario de lo que es Bochaca; le apuestan a la construcción y no a la destrucción, le apuestan al entendimiento y no al odio, le apuestan a la conciliación y no a la venganza (recientemente, el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero -gobierno al cual Bochaca detesta y aborrece- dió los pasos finales para concederle la nacionalidad española a medio millón de hijos y nietos de exiliados españoles al amparo de la Ley de Memoria Histórica cuyos primeros inicios, por increíble que parezca, fueron iniciativa del mismo dictador Francisco Franco).